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Nuestros autores. El "Conde Rojo" recuperó la vista en Crimea


El año pasado los admiradores de Alekséi Nikolaevich Tolstói celebraron el 140 aniversario de su nacimiento en muchas bibliotecas de Rusia, incluidas las de Crimea. Hay razones para suponer que los lectores que participaron en esos eventos recibieron mucha información interesante sobre su obra y sobre él mismo.

¿Cuáles son los personajes que recuerda un lector medio hoy en día? Lo más probable es que se trate de las encantadoras jovencitas provincianas Katia y Dasha Bulavin, las protagonistas que conocemos en las páginas de la novela “Las hermanas”. Después de vivir tiempos tormentosos, entraron con paso firme en la literatura rusa, igual que la misteriosa marciana Aelita, la “víbora” emancipada Zótova y el ingeniero Garin, quien soñaba con convertirse en el gobernante del mundo con ayuda de un rayo mágico que inventó. No olvidemos a la marioneta de madera Buratino (una versión libre de Pinocho) ni al chico romántico Nikita, a quienes muchos conocieron tan pronto como aprendieron a leer, o incluso antes. Probablemente habrá quienes traigan a la memoria la novela histórica “Pedro el Grande”, “Los emigrantes” basada en hechos reales y la historia fantástica “El conde Cagliostro”. Sin duda alguna recuerdan “Andanzas de Nevzórov, o Ibicus”, la primera novela picaresca soviética. Tampoco pasemos por alto las piezas teatrales “Los violadores”, “La conspiración de la emperatriz” y “El amor es un libro de oro”.


Las hermanas Bulavin de "Peregrinación por los caminos del dolor", serie de 1977

Al escritor se le dio el irónico apodo de “Conde Rojo”. Y por sugerencia de Iván Bunin, quien durante un tiempo había mantenido relaciones amistosas con él, se le concedió el tercer lugar en la literatura, detrás de sus homónimos y parientes lejanos Lev y Alekséi Konstantínovich, las eminencias de la literatura rusa del siglo XIX.

La causa de esta actitud hostil fue su fuga a Francia en 1919, adonde el escritor huyó con su familia de Rusia que ardía en el fuego de la guerra civil. Allí escribió “Las hermanas”, que luego continuó con “El año dieciocho” y “Tinieblas y amanecer” para desembocar en la epopeya “Peregrinación por los caminos del dolor”. Tan pronto como cambió la actitud de la Unión Soviética hacia Occidente y hacia los emigrantes que no se habían comprometido colaborando con la Guardia Blanca “Unión para el Renacimiento de Rusia”, el escritor regresó a su tierra natal en 1923, con una breve explicación y motivo: “Mi conciencia me llama a volver a Rusia y, aunque sea un solo clavo, clavarlo en el barco ruso azotado por la tormenta”.

Más tarde confesó: «De no haber sido por la revolución, en el mejor de los casos me habría aguardado un triste destino: la actividad mediocre y descolorida de un escritor prerrevolucionario promedio. La Revolución de Octubre me lo dio todo como artista…».

No todos en el país ni de inmediato aceptaron su transformación y la de sus personajes –gente intelectual pensante– en partidarios del bolchevismo. Al fin y al cabo, la verdad de “tiempos tumultuosos” seguía en el mismo lugar para ellos.

Fue más tarde cuando los críticos reconocieron que Alexéi Tolstói no se quedó a la sombra de sus dos ilustres homónimos y comenzaron a llamarlo uno de los más grandes escritores soviéticos. Disfrutó de su gloria al máximo: diputado del Soviet Supremo de la URSS, tres Premios Stalin, la Orden de Lenin, la Insignia de Honor, la Orden de la Bandera Roja del Trabajo y la medalla "Por el trabajo valiente en la Gran Guerra Patria de 1941-1945". Durante su vida se publicó la colección completa de sus obras de 15 volúmenes.


Ahora, ¿vivió en paz el escritor, apreciado y consentido por las autoridades, quien donó en su totalidad el Premio Stalin recibido en 1941 por “Peregrinación por los caminos del dolor” a las necesidades del frente? Hay testimonios de que poco antes de su muerte, Stalin convocó a Aleksandr Fadéyev, presidente de la Unión de Escritores Soviéticos, y le ordenó “denunciar” otra conspiración de espías internacionales, entre los que, según el dictador, se encontraban Piotr Pavlenko, Iliá Erenburg y Alekséi Tolstói. Si no hubiera muerto “a tiempo” éste último por una grave enfermedad, el 23 de febrero de 1945, a los 62 años de edad, se habría convertido fácilmente en un enemigo del pueblo. Y así como sucedieron las cosas, su partida fue acompañada por los lamentos de los periódicos bajo los titulares: “Una gran pérdida”, “Escritor de una gran nación”, “Un hijo fiel del pueblo”, “Con la cabeza en alto”, “Talento ruso”, “Vivo en la memoria de generaciones”.

Crimea significó en su vida el punto de inflexión de su fructífera creatividad. Pocas personas saben que Alekséi Tolstói comenzó no como prosista, sino como poeta, nacido bajo la influencia de la “decadencia” rusa. Incluso publicó dos colecciones de poesía: “Lírica” en 1907 y “Más allá de los ríos azules” en 1910. Sin embargo, se dedicó a la prosa en Koktebel, adonde llegó por primera vez a finales de mayo de 1909 por invitación de Maximilián Voloshin, quien había sentido empatía por él durante su encuentro en París. Así fue como sucedió: entre unas líneas poéticas, en tres días nacieron tres cuentos: "El competidor", "El cuaderno jaspeado" y "El desafortunado", en los que afloró un estilo propio.


Casa museo de Maximilián Voloshin en Crimea

Luego confesó que fue allí donde adquirió una habilidad especial para escribir: “Aprendí a visibilizar, es decir, a alucinar”. No ocultó el hecho de que los temas de sus primeras obras en prosa habían sido sugeridos por Voloshin. En Koktebel, Tolstoi trabajó en “Cuentos de urracas”, que se mereció una reseña aprobatoria de su anfitrión, quien captó el saludable comienzo realista. Durante su siguiente visita a la hospitalaria casa de Crimea, en el verano de 1912, él y Max comenzaron a escribir una comedia sobre la vida literaria contemporánea, cuyos bosquejos se conservaron en el archivo de Voloshin, pero su trabajo conjunto no llegó a progresar.

La tercera visita a Koktebel fue en la primavera de 1914 y duró casi tres meses. Aquí se escribieron los cuentos "Visiones nocturnas" y "Cuatro siglos".

Durante su última visita a la Meca de la Edad de Plata rusa en 1915, Tolstói trabajó en la novela “Yegor Abozov”, hasta que quedó completamente cautivado por la obra teatral “La fuerza del Mal”. En aquel entonces Voloshin estaba en París, y su madre Elena Ottobáldovna, que atendía a los invitados, le permitió a Tolstói utilizar la biblioteca de Maximilián, un gran privilegio para pocas amistades de la familia. Así, merece atención especial la página de Crimea en la obra de Alekséi Nikoláevich a pesar de su poca extención.

Hoy por hoy nadie discute la importancia de la obra de Alekséi Tolstói. Los méritos del escritor tienen otro reconocimiento: el premio que lleva su nombre se otorga a uno u otro escritor por la contribución creativa al desarrollo de la literatura rusa. Fue constituido por la Unión de Escritores de Rusia, la administración de la ciudad de Syzran en su región natal de Samara y el Centro Literario Interregional Vasily Shukshín

No es cuestionable que el valor de sus novelas y relatos sociopsicológicos, históricos y de ciencia ficción, de sus obras periodísticas no reside sólo en que reflejan la época en que vivió, sino también en una alta calidad artística. Además, porque al leerlos, todo lector siempre encuentra algo nuevo para sí.

 



 
 
 

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