Ocho cuentos para niños … rusos con raíces extranjeras
Ekaterina Gudkova
Tomado de: Kultura.ru
https://www.culture.ru/materials/255823/8-russkikh-skazok-u-kotorykh-na-samom-dele-inostrannye-korni
Los investigadores han demostrado plenamente que los motivos folklóricos de países distintos comparten las mismas raíces. Con el desarrollo de la literatura de ficción, los escritores comenzaron a recrear, ya a conciencia, obras ajenas como para no dejar en el olvido y enriquecer esta antigua tradición. A veces, lo han hecho para trasplantar un argumento foráneo en el suelo de una cultura nueva; a veces, para acentuar matices en una nueva lectura y trasladar a algunos personajes a otras circunstancias. El portal “Kultura.ru” les ofrece el material sobre cuáles fueron las obras literarias que inspiraron a innovar a los escritores rusos y cómo cambiaron los personajes prototípicos de los cuentos infantiles.
Vladimir Odóyevski, “Moroz Ivánovich” (1841)
En 1841 fue publicado el libro de Vladimir Odóyevski “Relatos e historias del abuelo Ireneo” que incluía el cuento titulado “Moroz Ivánovich”. A menudo dicen que el autor había adaptado el argumento popular ruso sobre Morozko (Abuelo Frío), pero no fue así del todo. “Moroz Ivánovich” tenía una parienta alemana, Frau Holle, conocida en español como “Madre Nieve”, publicada por primera vez por los hermanos Grimm en 1812. Su contenido es prácticamente idéntico: una hermana, bondadosa y trabajadora, a través de un pozo se transporta a otro mundo, donde se encuentra con el dueño del invierno y sirve en su casa. Al esponjar las almohadas de Madre Nieve, empieza a nevar, mientras que el edredón de Moroz Ivánovich cubre la hierba para que en invierno no se congele. En los dos cuentos el patrón (o la patrona) devuelve a la joven con generosos regalos. Su hermanastra perezosa, por envidia, también salta al pozo, pero el final de su historia es triste: los Grimm la hicieron volver a casa toda embadurnada de resina, y Odóyevski, con un pedazo de hielo y mercurio congelado en vez de diamante y plata.
El folklorista Vladimir Propp consideraba a Morozko y Frau Holle unidos por una relación de parentesco, porque personifican el invierno, y ambos son populares: se conocen 40 cuentos rusos sobre Moroz Ivánovich y más aún, cuentos alemanes sobre Madre Nieve. Los hermanos Grimm anotaron solo uno de ellos que leyó Odóyévski.
Serguéi Aksákov, “La florecilla escarlata” (1858)
Es más aún confusa la historia del cuento de Serguéy Aksákov “La florecilla escarlata”. Fue publicada en 1858 como suplemento del libro “Los años de infancia de Bagrov nieto”. Más tarde encontró el escritor la antología de cuentos de hadas “El almacén de los niños” con “La Bella y la Bestia” de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, quien había recreado el argumento popular y publicó su obra en 1756. “Desde las primeras líneas me pareció un relato muy conocido, y mientras más lo leía, más conocido me parecía. Finalmente, me convencí de que era un cuento conocido para mí bajo el título de “La florecilla escarlata” que había escuchado decenas de veces en el campo de nuestra ama de llaves Pelagueya”, recordaba Aksákov.
En la segunda mitad del siglo XVIII, en Rusia se hizo popular la traducción de “La Bella y la Bestia”. Se supone que Pelagueya la había escuchado en Ástrajan y la trajo a la casa de los Aksákov. Aunque en el folklore ruso hay un cuento similar titulado “Zarévich conjurado”, el análisis de los argumentos demuestra que el que conocía el escritor ruso era de origen francés.
Vsévolod Garshin, “La rana viajera” (1887)
El cuento de Vsévolod Garshin sobre una rana, que quiso volar al sur junto con una bandada de patos, fue publicado por primera vez en la revista para niños “Rodnik” (“Manantial”) en 1887. Para aquel entonces circulaban en la cultura universal tantas interpretaciones de la misma historia que parece imposible encontrar su única fuente. Se sabe que Garshin conocía la fábula de Jean de La Fontaine “La tortuga y los patos”, quien, a su vez, había tomado prestado el argumento de “El águila y la tortuga” de Esopo, del siglo VI a.C. En su versión antigua el águila atendió la solicitud de la tortuga de enseñarle a volar, remontó el vuelo con ella y la soltó después.
Lo más probable es que Garshin leyó la antología de literatura india antigua con la historia sobre la tortuga levantada en el aire por dos gansos; no se descarta el cuento popular albanés “El águila y la tortuga”, nacido del argumento de la Grecia Antigua. En China es popular la leyenda “El mono y la tortuga”, mientras el cuento japonés “Ranas viajeras”, que tiene el mismo título que la obra del escritor ruso, pero es diferente por el argumento: en él dos ranas se dirigieron de sus respectivas ciudades natales a las vecinas y se encontraron a mitad del camino; después de detallar sobre cada una de ellas, las desafortunadas “viajeras” llegaron a la conclusión: “Los humanos son unos charlatanes sinvergüenzas, porque Kioto y Osaka se parecen como dos granos de arroz”.
Alekséi Tolstói, “La llave de oro, o las aventuras de Buratino” (1935)
En 1923, Alekséi Tolstói redactó para la editorial berlinesa “En vísperas” la traducción de “Las aventuras de Pinocho” de Carlo Collodi, la historia de un muñeco de madera. La fuente primaria en italiano había salido a la luz en 1881. En los años 30, la editorial soviética “Detguiz” (una editorial de libros para niños en la URSS) encargó al escritor, recién de vuelta en su país, un recuento de esta obra. Tolstói comentó en una carta dirigida a Máximo Gorki: “Estoy trabajando en Pinocho, al principio solo quería pasar al ruso el contenido de Collodi, pero después desistí de esta idea, pues resulta todo un tanto aburrido, sin gracia. Con la bendición de Samuíl Marshak, escribo sobre el mismo tema, pero a mi manera. Tengo muchas ganas de leer el libro en Gorki (lugar), ante Marfa, Daria, algún niño, Timosha” (las nietas de Máximo Gorki).
Tolstói tomó de la fuente primaria el nombre del personaje -burattino en italiano significa “muñeco, títere”-, pero los argumentos de las dos historias no coinciden: a Buratino no le crece la nariz por cada mentira que diga y no se convierte en un niño de carne y hueso al final. Por otra parte, en el cuento de Pinocho no aparece un enigmático lienzo con un horno y llave de oro pintados (tampoco actúan los personajes: la tortuga Tortilla, los dos timadores la zorra Alicia y el gato Basilio, el malvado Karabás-Barabás, el fiel caniche Artemón, el triste payaso Piero ni la muñeca de cabello azul Malvina; no figura el País de los Bobos ni el teatro de títeres con el que sueña Buratino).
Lázar Laguin, “El viejo Jottabych” (1938)
A Lázar Laguin se le ocurrió la idea de relatar las aventuras del genio Jottabych en Moscú después de conocer dos obras extranjeras sobre el mismo tema. Mencionó la primera en el preámbulo de la edición del año 1955; es el cuento “El pescador y el genio” del ciclo árabe persa “Las mil y una noches”. De segunda fuente sirvió la novela “El ánfora mágica” (1900) del escritor inglés Thomas Anstey Guthrie. Laguin guardaba la traducción al ruso de este libro en su biblioteca. A diferencia de “El viejo Jottabych”, la novela inglesa, escrita para lectores adultos, versa sobre las aventuras del genio y un caballero londinense que lo liberó: el arquitecto Horace Ventimore sueña con conquistar el corazón de una joven que pertenece a la alta sociedad, mientras que el genio Fakrash-el-Aamash solo complica la tarea en vez de ayudar.
Por tantas diferencias de contenido entre las dos obras, difícilmente podríamos llamar adaptación el libro ruso, que se percibe como totalmente independiente, pues da cuenta de la realidad soviética, contemporánea del autor. Quien libera al genio es un pionero Valka Kostylkov, y debido a los anticuados conceptos sobre el mundo de aquél, los dos amigos viven constantemente unas situaciones ridículas. Finalmente, el genio se propone estudiar y capacitarse en diseño de radiocomunicaciones. Las dos novelas fueron llevadas al cine: “El viejo Jottabych”, en 1956, una película para niños que llegó a ser muy popular en la URSS, y la comedia hollywoodense “The Brass Bottle”, filmada en 1964.
Aleksandr Vólkov, “El mago de la Ciudad Esmeralda” (1939)
Cuando Aleksandr Vólkov procedió a escribir esta novela, enseñaba Matemáticas Superiores en el Instituto de Metales No Ferrosos y Oro. Leyó en inglés el libro “The Wonderful Wizard of Oz” (también conocido como “The Sage of Oz”) de Lyman Frank Baum, publicado en Estados Unidos en 1900. Hasta aquella fecha no había sido traducido al ruso, por lo tanto, Vólkov decidió reescribirlo en su idioma como si lo estuviera contando a sus hijos, cambiando los nombres e introduciendo personajes nuevos. La primera variante del manuscrito salió a la luz en 1939 con el subtítulo “Adaptación del cuento del escritor americano Frank Baum”. Hacia 1941, el tiraje total de este libro había alcanzado 227 mil ejemplares.
En 1959 apareció una nueva edición suya que es la que conocen los lectores de hoy. Vólkov había conocido otros libros de Baum sobre la maravillosa tierra de Oz, los cuales, sin embargo, no le gustaron, por lo tanto, sus propias novelas del ciclo no tienen nada que ver con las norteamericanas. En 1971 el autor reconoció: “Escribí Urfin Juce y sus soldados de madera y Los siete reyes subterráneos, esta última que debía dar por terminado el ciclo sobre la maravillosa tierra, pero la voluntad de los lectores resultó más fuerte que la del autor. Me llovieron muchas cartas de protesta. El ciclo continúa, pero Ally ya no atraviesa el Gran Desierto; la reemplaza su hermana menor Anny; sobre ella y su amigo Tim O´Kelly versan los siguientes cuentos: “El ígneo Dios de los Marranos” y “La neblina amarilla”. En 1976 salió la última novela sobre la tierra maravillosa: “El enigma del castillo abandonado”.
Samuíl Marshak, “Los doce meses” (1943)
El contenido sobre los doce meses que ayudan a una pobre hijastra a conseguir en invierno primero, violetas, después, fresas silvestres y por tercera vez, manzanas, se conoce en el folklore eslovaco desde mediados del siglo XIX. En la década entre 1850 y 1860, publicó esta leyenda el folklorista eslovaco Pavol Dobshinski, y al mismo tiempo, la recreó la escritora checa Bozhena Nemtsova. Ya en 1862 la tradujo al ruso Nikolái Leskov, y gracias a esta versión, se hizo popular en Rusia, aunque erróneamente la consideraban de origen checo. En realidad, Nemtsova señaló en más de una ocasión que la había escuchado en las afueras de Trenchín, una ciudad eslovaca que nunca hizo parte de Bohemia.
Samuíl Marshak aseguraba que hasta el momento de escribir la pieza teatral “Los doce meses” no conocía la traducción de Leskov, que solo había escuchado la “leyenda checa” relatada por alguien. Para crear su propia obra sobre esta base lo motivó la carta de uno de sus pequeños lectores: “Mi corresponsal de seis años me preguntó por qué yo, a quien los niños consideran su propio escritor, los traicionó y durante el último año solo escribí para adultos”.
En 1943 se publicó su versión en prosa con el subtítulo que decía: “Cuento popular eslavo”, y en 1947 la montaron en el Teatro para Jóvenes Espectadores (MTIuZ) de Moscú. A diferencia de la leyenda eslovaca, la madrastra y su hija mandaron al bosque a su hijastra a recoger campanillas de invierno (podshézhniki) para complacer a una princesa caprichosa. Al final, las malvadas se convierten en perros. La versión popular eslovaca es más sencilla: la madrastra envía a su hermosa hijastra para que no le quite novios a su fea hija, y todo termina con la muerte de las dos malas mujeres en el bosque.
Evgueni Schwartz, “El Dragón” (1943)
En los años de la Gran Guerra Patria (la II Guerra Mundial en el territorio de la URSS) Evgueni Schwartz escribió un cuento para niños titulado “El Dragón”. Su argumento se basa en algunas leyendas orientales. El tema de luchas contra las sierpes es uno de los más difundidos en la cultura universal. Pero en el folklore de Asia Oriental, a diferencia del folklore europeo, esta historia a menudo no termina con la victoria del héroe, sino con su transformación en un nuevo dragón poseído por la codicia. Este final lo tiene el cuento popular chino “Cómo Cha se convirtió en un dragón”. La fuente principal más probable de la obra de Schwartz es la leyenda vietnamita de Le Loi, quien pudo matar a un dragón y seguir siendo un hombre honesto después de sobreponerse a su vicio.
Evgueni Schwartz trasladó la acción a una fabulosa ciudad europea dominada por el Dragón. El caballero Lancelot mata al monstruo y libera la ciudad. Pero los habitantes se someten de inmediato a un nuevo tirano: el burgomaestre. El propio Schwartz y el primer director de escena de la obra, Nikolái Akímov, insistieron en que el Dragón significaba el fascismo que había conquistado Europa. Pero la obra fue prohibida poco después del estreno en 1944: los críticos se indignaron por la “desvergonzada fantasía de Schwartz”, quien se atrevió a afirmar que un pueblo oprimido puede amar sinceramente a un tirano. El Dragón volvió a los escenarios solo en 1962. Mark Zajárov fue uno de los primeros en representar la obra en el escenario del Teatro Estudiantil de la Universidad Estatal de Moscú. Y en 1988, Zajárov hizo la película “Matar al Dragon” con Oleg Yankovsky y Alexander Abdúlov en los papeles protagónicos.
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